2013
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23 de febrero de 2016
El sistema inmune está formado por tejidos y órganos con localización individual que sin embargo funcionan unitariamente. Ello es así porque las células que lo forman tienen la capacidad intrínseca de moverse y además están en continua recirculación entre los órganos linfoides a través de los vasos linfáticos y sanguíneos. En situaciones normales y en procesos inflamatorios las leucocitos deben extravasarse, salir de los vasos por donde circulan. La extravasación es un proceso altamente regulado del que depende que las células ocupen en tiempo y lugar adecuado el sitio que las corresponde lo que asegurará no solo la perfecta arquitectura del sistema sino además una adecuada respuesta. El proceso es secuencial con fases claramente definidas, rodamiento, adhesión firme y extravasación propiamente dicha y está regulado por numerosas proteínas, selectinas, integrinas, quimioquinas, citoquinas, etc…, cuya expresión secuencial, define el resto de los eventos que van a suceder. También participan moléculas señalizadoras, tirosin quinasas, proteínas G, PI3K, proteínas G de bajo peso molecular, de cuya activación organizada dependen fenómenos como la reorganización del citosqueleto, la polarización celular o finalmente el movimiento celular. Una visión general de la función del sistema immune debe por lo tanto tener presente todos estos hechos por cuanto como se ha demostrado que unas moléculas pueden influir en la expresión o función de otras justificando entonces el alto grado de complejidad y la fina regulación existente en el sistema. Aspectos tan novedosos como la estabilización de diferentes conformaciones del receptor en la superficie celular y sobre todo como de ello pueden derivar funciones celulares diversas, aportan nuevas perspectivas que redundan en la complejidad pero también abren la puerta a nuevas dianas con potencial interés terapéutico.
27/03/13
Mario Mellado